IDENTIDAD
SER O NO SER
El valor de reconocerse a sí mismo
El principal reto de la juventud es superar la cultura alienante
Si te preguntan quién eres, tal vez no sepas responder correctamente. Podrías responder por ejemplo: “Soy un
estudiante aplicado, hijo de Mathias, maestro de obras, natural de
Cajamarca. Soy pobre, pero sé quechua y un poco de inglés y tengo un
gran corazón, soy además un volcán de ilusiones, etc.".
Si
realmente reconocemos lo que somos, es decir, los rasgos positivos,
deficiencias y limitaciones que nos acompañan, tal vez podamos decir que
lo sabemos. De lo contrario, si respondemos asumiendo características
que no tenemos, se puede afirmar que nuestra identidad es ajena.
Hace un tiempo conocí a un estudiante que me dijo: “Yo soy Michael Jackson". Vi que se vestía como el cantante, tenía semejante peinado y gestos. Caí en la cuenta de que realmente se identificaba con el personaje.
Pero
lo más lamentable y contradictorio de la situación es que el alumno no
se daba cuenta que el cantante no se reconoce negro y quiere ser blanco.
Me dejó perplejo. Yo no sé cuál de los dos era peor.
Todo
joven, cuando despierta al mundo infinito del razonamiento humano, a la
previsión del futuro y al constatar las posibilidades que le ofrecen
sus energías, desea algo verdaderamente grandioso. Son pocos los que no
aspiran alcanzar la gloria. Pocos son los que se derrotan a sí mismos.
Conocida es la frase de un poeta latino: "El joven sin ambiciones es ya
un muerto en vida"
Los
proyectos de vida para un joven surgen de un abanico de posibilidades
que el transcurrir de los años se encargará de cerrar, positiva o
negativamente.
Si
las frustraciones, fracasos o los errores predominan, se tratará de un
cierre negativo. Pero, si son las decisiones inteligentes y la capacidad
de sacrificio las que dominan, el abanico cerrará con gran
satisfacción.
Aprovechando la desorientación de la juventud, los grandes productores de artículos de moda ofrecen
modelos de identidad prefabricados: héroes de pantalla, cantantes,
deportistas o vedettes, que llenan escaparates con sus “souveniers”
encandilando al despistado consumidor adolescente.
Lo 'moderno' y la imitación atrapa a muchos jóvenes que se identifican con el atuendo por la imagen de algún artista o héroe de moda. Así se enajenan.
Pero la fatua alegría que proporcionan estos productos
no los prepara para responde con certidumbre a una sencilla pregunta:
‘¿Quién eres?’ Buscar una respuesta, seguramente los pondría en serios
apuros.
La
identidad es mucho más que lo superfluo de nuestra cultura: es garantía
de realización, pues sólo el que conoce bien el terreno puede
desplazarse con seguridad sobre él. Quien conoce las cualidades de un
material lo puede usar con maestría y moldearlo a su voluntad.
Así,
el que se conoce verdaderamente, el que es conciente de lo que sabe, el
que no ignora sus posibilidades económicas, su pertenencia a una
comunidad, a una clase social, quien reconoce los valores que ha
heredado; sólo aquel, está preparado para recorrer con éxito el camino
de la vida, manejar las situaciones, sacar el provecho a sus
potencialidades y trazar una estrategia de triunfo para sí y para los
demás.
En eso se diferencia el que tiene sentido de identidad y el dependiente, el inseguro.
El problema de identidad abarca muchos campos: identidad sexual, cultural, social, política, profesional, moral, etc.
Los
jóvenes deben interesarse por su identidad, porque ésa es la clave para
ser adulto y sólo los que se encuentran a sí mismos son los que ganan
la batalla de la vida.
La
virtud propia de la juventud es la autenticidad y la sencillez. Los
jóvenes perdonan y toleran muchas cosas, pero no la falsedad, la
hipocresía, la fanfarronería.
Por
eso han inventado una jerga específica para referirse a lo enajenado:
‘bamba’, ‘trafa’, etc.; así como sus giros y combinaciones: ingeniero
trafa (estafador), profesor 'chamullero' (mentiroso), joven 'florero'
(engatusador), médico 'fintoso' (pomposo), etc.
Ser
uno mismo es ofrecer a los demás la garantía plena de nuestra persona y
tener la valentía de enrostrar nuestras deficiencias, lo que implica
corregirse y superarse. Ser uno mismo es el grado máximo de madurez. Los
que se avergüenzan de su familia, de sus costumbres, de su aspecto o de
su pobreza, son alienados (en latín alienus: ajeno ), o ajenos a sí
mismos.
Después de leer esta diserción, puedes responder ¿quién eres tú?