PEPE
ESCOBAR / ASIA TIMES – Se acabó. China está harta. Se acabaron los
miramientos (diplomáticos). Es hora de construir un mundo
“desamericanizado”.
Es hora de tener una “nueva moneda internacional de reserva” para reemplazar al dólar estadounidense.
Todo
está aquí, en un editorial de Xinhua, directo de la boca del dragón. Y
el año es solo 2013. Abróchense los cinturones, y eso vale sobre todo
para las elites en Washington. Va a ser un vuelo duro con mal tiempo.
Hace
tiempo que se acabaron los días de “tratar de pasar desapercibido” de
Deng Xiaoping. El editorial de Xinhua resume la gota que colmó el vaso,
el actual cese parcial de actividades del Gobierno de EE.UU. Después de
la crisis financiera provocada por Wall Street, después de la guerra
contra Irak, un “mundo desorientado”, y no solo China, quiere un cambio.
Este párrafo no podría ser más gráfico:
En
lugar de cumplir con su deber de potencia dirigente responsable, un
Washington estrecho y egoísta ha abusado de su estatus de superpotencia y
ha introducido aún más caos en el mundo transfiriendo los riesgos
financieros al exterior, instigando tensiones regionales en medio de
disputas territoriales y librando guerras injustificadas bajo cobertura
de mentiras descaradas.
La
solución, para Pekín, es “desamericanizar” la actual ecuación
geopolítica, comenzando por más influencia en el Fondo Monetario
Internacional y en Banco Mundial de las economías emergentes y el mundo
en desarrollo, llevando a una “nueva moneda de reserva internacional que se cree para reemplazar al dominante dólar estadounidense”.
Nótese
que Pekín no propugna que se destruya completamente el sistema de
Bretton Woods, al menos de momento, pero quiere más poder de decisión.
Suena razonable, considerando que China tiene un poco más de peso eno
del FMI que Italia. Una “reforma” del FMI –en cierto modo– ha tenido
lugar desde 2010, pero Washington, lo que no es sorprendente, ha vetado
todo lo sustancial.
En
cuanto al alejamiento del dólar estadounidense ya está ocurriendo, en
diversos grados de velocidad, especialmente respecto al comercio entre
el grupo BRICS de potencias emergentes (Brasil, Rusia, Indonesia, China y
Sudáfrica), que ahora tiene lugar en su abrumadora mayoría en sus
respectivas monedas. El dólar estadounidense se está reemplazando de
manera lenta pero segura por una canasta de monedas.
La “desamericanización” ya ha comenzado. Por
ejemplo en la ofensiva de seducción comercial china por el Sudeste
Asiático, que se orienta incisivamente hacia más acción con su máximo
socio comercial, China. El presidente chino Xi Jinping llegó a una serie
de acuerdos con los “estanes” centroasiáticos.
El
compromiso chino de mejorar la “Ruta de la Seda de Hierro” llegó a un
extremo cuando las acciones de las compañías chinas de ferrocarriles
llegaron al cielo en medio de la perspectiva de que se materialice
realmente un vínculo de tren de alta velocidad con Tailandia que
atraviese este país. En Vietnam, el primer ministro chino Li Keqiang
llegó a un acuerdo de que las disputas territoriales de los dos países
en el Mar del Sur de China no deben interferir con más negocios. Eso es
un “giro” hacia Asia.
Todos con el “petroyuan”
Todo
el mundo sabe que Pekín posee Himalayas de bonos del Tesoro de EE.UU.
por cortesía de esos masivos superávit comerciales acumulados durante
las últimas tres décadas, más una política oficial de mantener una
valorización del yuan lenta pero segura.
Al
mismo tiempo Pekín ha estado actuando. El yuan también está llegando de
manera lenta pero segura a ser más convertible en los mercados
internacionales. (Recién la semana pasada, el Banco Central Europeo y el
Banco Popular de China acordaron establecer un acuerdo de divisas
(línea de swap) por un importe entre 45.000 y 57.000 millones de dólares
que aumentará la fuerza internacional del yuan y mejorará el acceso de
finanzas comerciales en la zona del euro).
La
fecha extraoficial para una total convertibilidad del yuan podría
encontrarse entre 2017 y 2020. El objetivo es obvio; alejarse de la
acumulación de deuda estadounidense lo que implica, a largo plazo, que
Pekín se aparta de ese mercado y por lo tanto lleva a que sea mucho más
costoso endeudarse para EE.UU. La dirigencia colectiva de Pekín ya se ha
decidido al respecto y actúa en consecuencia.
El
avance hacia un yuan plenamente convertible es tan inexorable como el
avance de los BRICS hacia una canasta de monedas que reemplace
progresivamente al dólar de EE.UU. como moneda de reserva. Hasta que más
adelante se materialice el verdadero evento catastrófico, el
advenimiento del petroyuan, destinado a superar al petrodólar una vez
que las petromonarquías del Golfo vean hacia dónde se mueve el viento
histórico. Entonces entraremos en un juego geopolítico completamente
diferente.
Es
posible que estemos muy lejos todavía, pero lo que es seguro es que se
está descartando progresivamente el famoso conjunto de instrucciones de
Deng Xiaoping: “Observar con calma; asegurar nuestra posición; encarar
con tranquilidad los negocios; ocultar nuestras capacidades y esperar el
momento oportuno; ser buenos en pasar desapercibidos y nunca
reivindicar el liderazgo”.
Una
mezcla de cautela y decepción, basada en la confianza histórica de
China y tomando en consideración una seria ambición a largo plazo, era
clásico Sun Tzu. Hasta ahora, Pekín estaba manteniendo bajo perfil,
dejando que el adversario cometiera errores fatales (y qué colección
multibillonaria de errores…) y acumulando “capital”.
La
hora de sacar provecho ha llegado. En 2009, después de la crisis
financiera provocada por Wall Street, ya había rumores chinos sobre el
“mal funcionamiento del modelo occidental” y en última instancia del
“mal funcionamiento de la cultura occidental”.
Pekín
ha escuchado a Dylan (¿con subtítulos en mandarín?) y ha concluido que
sí, los tiempos están cambiando. Sin un previsible progreso social,
económico y político, el cese parcial de actividades del Gobierno solo
es otra ilustración gráfica, por si fuera necesaria, el descenso de
EE.UU. es tan inexorable como que China, poco a poco, extiende sus alas
para dominar la postmodernidad del Siglo XXI.
Que
no quepa duda; las elites de Washington lo combatirán como la última
plaga. Pero ahora hay que actualizar la intuición de Antono Gramsci; el viejo orden ha muerto y el nuevo está un paso más cerca de nacer.
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